Dislexia, desordenes de atención y autismo
¿Cuál es la naturaleza de un Trastorno
Generalizado del Desarrollo? Yo les digo a mis residentes y estudiantes
que “generalizado” en el contexto de un diagnóstico hace hincapié en que
un sin numero de funciones cognitivas parecen estar afectadas. El
aprender sobre el autismo requiere un repaso de toda la psiquiatría.
Para leer, comprender, tratar y hacer investigación sobre el autismo un
profesional de la salud debe de convertirse en un experto en campos tan
dispares como los trastornos del lenguaje, habilidades sociales,
discapacidad intelectual, alteraciones motoras, convulsiones, etc. El
número de elementos necesarios para lograr una comprensión holística del
autismo crece exponencialmente una vez se incluyen las teorías
psicológicas y educativas; por ejemplo, teoría de la mente, la
imitación, una coherencia débil, dificultades en el reconocimiento de
las expresiones faciales. Por ello no es sorprendente descubrir que una
proporción significativa de las personas con autismo tienen deficiencias
en la lectura y la atención. Esta es la naturaleza de un trastorno
generalizado del desarrollo. Pero ¿son estos déficits iguales a los
observados en la dislexia o en el Trastorno por Déficit de Atención con
Hiperactividad (TDAH)?
Coloque a un niño con TDAH en el aula escolar y
exhibirá un déficit de atención. Él/ella van a demostrar una atención
fugaz. En un momento él/ella se está concentrando en la tarea escolar, y
al momento siguiente su mente viaja a la China, donde él/ella es un
aventurero en busca de tesoros. Él o ella puede prestar atención por
breves intervalos de tiempo y de lo contrario se aburre muy fácilmente.
Coloque a un niño con autismo en un aula y él/ella también presentará un
déficit en la atención. Sin embargo, esta vez la falta de atención está
motivada por la dificultad en poder dar sentido a la cara del maestro,
está preocupado por el zumbido y el parpadeo de las luces fluorescentes,
y/o se pone irritable por un aumento anormal en la sensibilidad a la
textura de sus propias ropas. En el autismo los trastornos de atención
rayan en un diagnóstico patológico en cerca de 30% de los casos. Por
tanto, decir que un trastorno de atención en el autismo implica
comorbilidad con el THDA es discutible.
Afirmar que existe comorbilidad en los trastornos del
neurodesarrollo en base a un solo síntoma conductual niega muchos
aspectos de la individualidad de cada estado. En este sentido, existen
marcadas diferencias en los estilos cognitivos de los individuos con
dislexia o THDA y los del espectro del autismo. Las personas con
dislexia disfrutan de un estilo cognitivo de arriba hacia abajo (“top
down”), tienden a tener una perspectiva integral y orientada a tener un
sesgo de procesamiento tipo gestalt (por ejemplo, ven el bosque, pero
pierden la pista de los árboles individuales). Se considera que tienen
una fuerte coherencia central y sobresalen en la síntesis de las
experiencias sensoriales o cognitivas. Por el contrario las personas
dentro del espectro del autismo disfrutan de un estilo cognitivo de
abajo hacia arriba (“bottom-up”) que hace que los mismos estén
orientados a los detalles. Por lo tanto, contrario de los individuos con
dislexia/THDA, la persona con TEA ven el árbol, pero tienden a perder
de vista el bosque. Además, tienen un sesgo de procesamiento local con
coherencia central débil y parecen ser buenos analizadores.
Las diferencias relacionadas anteriormente en cuanto
al estilo cognitivo parecen tener correlatos anatómicos. En comparación
con neurotípicos, las personas con dislexia tienden a tener volúmenes
cerebrales más pequeños con un sorprendente aumento concomitante en el
tamaño de su cuerpo calloso (las proyecciones de la materia blanca que
unen a las zonas homólogas en ambos hemisferios cerebrales). Además,
tienen una simplificación de su patrón convolucional y sus
módulos corticales para procesamiento de la información (minicolumnas)
son más anchos de lo esperado. Nos encontramos con todo lo contrario, en
los pacientes dentro del espectro del autismo.
Figura leyenda: La conectividad dentro del cerebro es dictada por fibras de diferentes longitudes. Algunos de éstos unen estrechamente circunvoluciones adyacentes y se llaman fibras arqueadas debido a la forma de su trayectoria. Otras fibras actúan como puentes entre áreas distantes dentro del cerebro, incluyendo los hemisferios cerebrales opuestos. Las diferencias en estilos cognitivos parecen estar dictadas por un sesgo en la proporción de estas fibras cortas vs. largas.
Figura
leyenda: El uso de computadoras permite hacer la división en zonas de
la sustancia blanca del cerebro. El compartimento exterior de la
sustancia blanca se compone principalmente de fibras cortas que se
mielinizan bastante tarde en el desarrollo. El compartimento interior
tiene fibras más largas que mielinizan tempranamente y, por lo tanto son
funcionales a edades más jóvenes.
Figura
leyenda: El volumen de la materia blanca en el interior de cada giro se
ha llamado la ventana gyral. El volumen de esta estructura parece tener
una relación directa con el tamaño del cuerpo calloso. En el autismo la
ventana gyral y tamaño del cuerpo calloso son más pequeños, mientras
que lo opuesto se describe para la dislexia.
Muchos de los índices estructurales mencionadas
anteriormente (por ejemplo, patrones de convoluciones del cerebro, el
tamaño del cuerpo calloso) reflejan la manera en la cual diferentes
áreas del cerebro están conectadas entre sí. El aumento de la
complejidad convolucional, una ventana circunvolucional más pequeña (el
espacio en la base de la convolución a través de la cual las fibras
entran y salen de la corteza), y un cuerpo calloso más pequeño todos
sugieren un sesgo en la conectividad favoreciendo conexiones cortas a
expensas de las más largas. Este es el caso para las personas en el
espectro del autismo, en los cuales, los estudios de imagen han
encontrado un aumento en el volumen del compartimiento de la materia
blanca externa que mantiene las fibras que van de una convolución a la
adyacente. Este patrón de conectividad hace que sea más fácil hacer
hincapié en las funciones que se pueden realizar dentro de una región
determinada del cerebro (por ejemplo, la búsqueda de datos incrustados o
trabajar con diseños de bloques), pero al mismo tiempo hace difícil
llevar a cabo esas funciones que necesitan el analizar la información de
regiones distantes del cerebro (por ejemplo, el lenguaje, la atención
conjunta, el reconocimiento de caras). Este es el patrón de conectividad
que normalmente se encuentran en los pacientes dentro del espectro del
autismo (TEA). No es sorprendente que los pacientes con hiperactividad y
déficit de atención o dislexia ofrezcan un patrón de conectividad que
es diametralmente contrario.
He enfocado previamente algunos de mis esfuerzos en
la descripción de las relaciones matemáticas entre las células que
conforman las minicolumnas, las unidades de procesamiento de la
información dentro del cerebro. En este sentido he señalado que, “…
parece que las minicolumnas existen dentro de un espectro fenotípico que
entrelaza el flujo inhibidor-excitador de información neocortical con
ajustes de la relación señal-ruido correspondiente a la extracción de
características sensoriomotoras” (Casanova et al., 2002). La
coordinación de fibras intra- e intercorticales es una relación
finamente sintonizada. Los extremos en esta distribución puede perturbar
las mismas funciones, ya sea la lectura o la atención. Esto puede hacer
que dos personas que presentan perfiles de competencias o deficiencias
similares puedan ser el resultado de patologías diferentes. Hacer esta
distinción es claramente importante, especialmente cuando se consideran
los posibles enfoques terapéuticos o se tratan de explicar la presencia
de habilidades especiales.
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