"Para que pueda diagnosticarse
un TDAH no basta con que el niño tenga ciertos síntomas sino que deben
ser
crónicos. No pueden ser originados solo por un factor de estrés puntual"
27.09.12 - 04:17 - DOCTORA
ISABEL ORJALES
Deportistas como el nadador Michael
Phelps o el
tenista Fernando Verdasco dan buena muestra de que una persona
diagnosticada
con Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad puede llegar muy
lejos.
Pero hay que tener cuidado con los ejemplos.
Como señala la doctora Isabel
Orjales, «debemos pensar
que estos grandes deportistas han llegado donde han llegado no por ser
TDAH,
sino por su buena habilidad para esos deportes, por el disfrute que
tenían en
su práctica, por la perseverancia y la constancia y el apoyo de la
familia y
los entrenadores».
Pensar –como circula por los
mentideros– que los niños
con TDAH tienen de por sí más habilidades para ser deportistas es un
grave
error, sobre todo porque en la gran mayoría de los casos suele suceder
justo lo
contrario.
Lo que sí se pone de manifiesto en
ambos casos es que
el entorno, tan importante para los que
padecen este trastorno, ha sabido
detectar sus buenas capacidades y se les ha apoyado para poder
desarrollarlas:
«Si tu familia no cree en tus capacidades no tendrás la posibilidad de
recibir
el entrenamiento adecuado y si el colegio no es flexible y absorbe todo
tu
tiempo menospreciando es tipo de prácticas, será inviable que puedas
alcanzar
metas como esas», afirma la doctora.
Lo importante es, por lo tanto,
conocer al niño con
TDAH para buscar las actividades de ocio más adecuadas para desarrollar
su
buenaautoestima y su
buen potencial.
Mejor en la universidad
Tal y como explica la doctora
Orjales, los niños con
TDAH tienen verdaderos problemas para superar la educación Secundaria y
el Bachillerato,
más a veces que la Universidad. En la Universidad, los jóvenes eligen
aquellas
materias para las que están mejor dotados, no se penalizan las faltas de
asistencia, está permitido estudiar por apuntes fotocopiados y no es
necesario
un estudio tan constante (si se tiene capacidad, se puede estudiar
intensivamente a última hora y superar una asignatura).
En el colegio, sin embargo, se
exige que el niño con
TDAH sea muy constante, los deberes son diarios, los apuntes tienen que
tomarse
a mano y estar limpios, los ejercicios deben estar todos realizados, las
laminas de dibujo entregadas a tiempo, se penalizan las faltas por no
llevar el
equipo de deporte completo, por olvidar la flauta o no llevar el
material de
dibujo: «Además, la evaluación continua se convierte en un examen
perpetuo. No
importa que demuestren conocimientos de sobresaliente en el examen de
evaluación, se hará la media con un montón de notas», señala la experta.
«En el colegio y el instituto se
exige al niño con
TDAH que aprenda, pero que aprenda en el momento y al ritmo que el
profesor
dicta y eso es para ellos mucho más difícil de cumplir. En la
Universidad
desaparecen los deberes diarios que les desbordan, los exámenes suelen
ser más fácilmente
tipo test, existen otras formas de evaluación alternativas (trabajos o
prácticas) y cuando apruebas una materia puedes liberarla», concluye.
“El niño no se está quieto, es torpe, se cae, revoltoso y distraído”.
No es infrecuente que unos padres se quejen así de su hijo, y mucho
menos en la consulta de un psiquiatra infantil. Lo más probable es que
se trate de un caso de trastorno por déficit de atención e
hiperactividad (TDAH por sus siglas en español, ADHD en inglés), un
problema que afecta a alrededor del 5% de los menores de siete años,
según ha explicado José Ángel Alda, jefe del servicio de Psiquiatría y
Psicología del hospital Sant Joan de Déu de Barcelona. Es, por tanto, de
los trastornos psiquiátricos más frecuentes a esas edades.
Pero sus efectos no acaban ahí. Aunque hay una parte (la
hiperactividad y la impulsividad) que se puede ir reconduciendo con la
edad, hay otra, la de la pérdida de atención, que se mantiene toda la
vida. Por eso puede decirse que hasta un 40% de los niños con TDAH
también lo tienen de mayores. Se trata de una complicación con
importantes comorbilidades (hay otras enfermedades asociadas, como la
depresión o la psicosis), crónica y que tiene implicaciones emocionales y
profesionales.
Parece claro que hay una causa genética en el trastorno, que puede
explicar entre el 50% y el 75% de los casos, ha dicho Esther Cardó,
neuropediatra del hospital Son Llazer de Palma de Mallorca, pero hay
otros factores, desde los ambientales –que la madre fuera fumadora o
bebedora, que el niño se expusiera a daños cerebral grave- hasta otros
neuroquímicos. Y también está cada vez más seguro que hay una falta de
desarrollo en el lóbulo frontal del cerebro implicado, indica la
neruopediatra. Esto quiere decir que la causa no está en la educación ni
el entorno, tranquiliza Alda a los padres.
Pese a su frecuencia y a que se conoce desde hace más de un siglo –y
se estableció su definición en los manuales DSM, los catálogos mundiales
de enfermedades, en 1980-, todavía no hay un método analítico para
diagnosticarlo. La falta de desarrollo de algunas áreas del cerebro no
bastan, dice Cardó, y todo queda en un análisis clínico, del
comportamiento del niño. Es decir, todo depende de lo que cuentan
padres, profesores y lo que ve el propio especialista, por lo que pueden
darse casos de infradiagnóstico o de todo lo contrario. “No todo lo que
se mueve es TDAH”, ejemplifica Alda.
Tradicionalmente, se ha considerado que es un trastorno que afecta
más a niños que a niñas. La literatura habla de una proporción de cuatro
a uno. Pero un estudio dirigido por Cardó en baleares arroja que la
proporción puede ser casi de 50%. La neuropediatra opina que esto se
puede deber a que en el caso de las niñas haya una mayor cantidad de
casos de déficit de atención. Entonces, como no molestan, pasan más
inadvertidas que la hiperactividad de los niños.
Los expertos presentaron una nueva guía para el diagnóstico y el
tratamiento. También una iniciativa, llamada Pandah, una propuesta
multidisciplinar para para analizar su impacto y prever futuros
escenarios en la evolución del trastorno. asesoramiento edicion
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Es de agradecer que el domingo 16 de septiembre el doctor Alda nos
mostrase en el programa 30 minuts de TV3 tan sinceramente dos
aspectos de la realidad que vivimos con relación al trastorno
por déficit de atención e hiperactividad
(TDAH): "No existen pruebas tipo resonancias
magnéticas, ni análisis genéticos (...) que diagnostiquen la
hiperactividad" y "hay profesionales en centros de salud mental que no
están de acuerdo con el diagnóstico o el tratamiento y les retiran la
medicación".
Ante tal sinceridad, sólo nos queda pedir al
guionista del programa o a quien pensó en hacerlo que pida o refleje la
opinión de esos otros profesionales. ¿Por qué? Porque no existen pruebas
objetivas que diagnostiquen el trastorno, todas son observacionales,
como la mayoría de las pruebas en salud mental. Porque es cierto que en
nuestro país dependiendo de la calle donde vivas te toca acudir a un
servicio de salud mental o a otro y vas a tener un tipo de tratamiento
diferente según la corriente teórica en que se base dicho equipo. Algo
que no ocurre en otros campos de la salud. Pero que no cunda el pánico,
los profesionales, de una u otra corriente, seguimos investigando,
tratando bien a las personas e interesándonos por su sufrimiento. Al
menos yo lo he percibido así y el doctor Alda es uno de los más
interesados en estos aspectos.
Si lee bien, no lo tiene. Si
reacciona ante los castigos, tampoco. Si es muy inteligente es que se
aburre en clase. Frases como estas consiguen que niños afectados por el
Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad no sean
diagnosticados a tiempo. Los expertos arrojan luz sobre un síndrome que
afecta a un niño por aula
Detectar un tdah es complejo, ya que además
de atender a los síntomas hay que conocer muy bien el comportamiento
actual del niño, su historia y sus antecedentes familiares. / Black Rock
Digital
Ficha:
- 3-6% de los niños en edad escolar
están afectados por el tdah.
- 30% de los adultos que en la
infancia fueron niños con tdah mantendrán en alguna medida los síntomas.
- 76% de los casos de tdah tienen una
fuerte base genética.
Algunos de los problemas más frecuentes:
1. Atención insuficiente a las
explicaciones en clase, debido a una mayor dificultad para mantener la
atención cuando las tareas son largas y los estímulos monótonos.
2. Trabajo más lento, irregular,
inconstante y con mayor número de errores durante la realización de las
tareas. Esto es debido a la fatiga que producen en estos niños las
tareas que requieren atender a un estímulo ignorando otros (atención
selectiva), las que requieren de atención sostenida, las que sobrecargan
la memoria de trabajo o las que exigen un trabajo reflexivo y ordenado.
3. Más dificultades para realizar dos
tareas al tiempo y automatizar procesos y rutinas. Pueden necesitar más
tiempo para memorizar las tablas de multiplicar, tener dificultades
para respetar las normas en juegos reglados o mostrar tiempos de
respuestas más lentos para responder al profesor, entre otros.
4. Trabajo frecuentemente
desordenado, sucio y desorganizado. Escritos poco pulcros o con letra
que se distorsiona cuando toda su atención está centrada en tareas más
difíciles que copiar y cajoneras caóticas debido a una peor capacidad de
organización y a una mayor lentitud para responder a las instrucciones
del profesor.
5. Exámenes con más errores: por
desatención (por ejemplo, cometer errores ortográficos), errores de
comprensión de enunciados o expresión pobre (con respuestas
casitelegráficas, generales y desorganizadas).
6. Menor aprovechamiento del trabajo
en clase. Lo que se traduce en sobrecarga de tareas caseras.
7. Más dificultades para seguir
instrucciones completas, hacer lo que se les pide y cuando se les
demanda o recordar prohibiciones.
8. Pérdida constante de material y
menor eficacia para enterarse y anotar en la agenda las tareas que debe
realizar. Ya sean deberes, materiales que debe llevar al colegio,
circulares a entregar a sus padres…
9. Mayor probabilidad de olvidarse de
realizar trabajos, incumplir con los requisitos de los mismos o
equivocar las fechas de entrega. No resulta infrecuente que un niño con
TDAH realice ejercicios de matemáticas que no tocan u olvide en casa
láminas de dibujo que sí ha realizado.
10. Más dificultades para organizarse
y gestionar el tiempo. Debido a una percepción inmadura creen que
podrán cumplir con todo a última hora y el fracaso les frusta y
desespera, pero no parece que les sirva para modificar fácilmente esta
percepción.
Fuente: Extracto de la guía para
padres y madres «TDAH. Elegir colegio, afrontar los deberes y prevenir
el fracaso escolar».
Niños más difíciles de educar por su comportamiento
inmaduro y más impulsivo, en los que los castigos no parecen funcionar,
que necesitan de una supervisión mucho más frecuente y que suelen ir mal
en el colegio por la dificultad que tienen para regular la atención,
organizarse, manejar el tiempo o planificar tareas. Estas son algunas de
las características que se observan en los afectados por un Trastorno
por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH). Unas siglas que, en
los últimos tiempos, parecen haberse puesto de moda y de las que la
sociedad apenas conoce su alcance.
Para comenzar a despejar los falsos mitos que rodean al
TDAH hay que explicar que este es un trastorno crónico del
neurodesarrollo que afecta a entre un 3 y un 6% de los niños en edad
escolar (aproximadamente un niño por aula) y que se caracteriza por
presentar síntomas de desatención, de hiperactividad/impulsividad o
ambos grupos de síntomas con una intensidad demasiado exagerada para su
nivel de desarrollo, su edad cronológica y la educación que ha recibido.
Cómo reconocerlo
«Para que pueda diagnosticarse no basta con que el niño
tenga estos síntomas, sino que deben ser crónicos. Es decir, no pueden
ser originados únicamente por algún factor de estrés puntual en la vida
del niño, sino que deben producirle problemas de adaptación importantes y
no deben poderse explicar mejor porque el niño padezca un retraso
intelectual, un trastorno generalizado del desarrollo o un trastorno
emocional», explica Isabel Orjales Villar, doctora en Pedagogía,
profesora de la Facultad de Psicología de la UNED y una de las mayores
expertas en este trastorno, asociado a un peor funcionamiento del córtex
prefrontal del cerebro.
Una vez observados estos síntomas descritos, es hora de
que los padres y tutores reciban una orientación psicoeducativa. Ahí
aprenderán a organizarse en casa, a saber cómo exigir al niño y qué
esperar de él, a controlar mejor su comportamiento y a afrontar
situaciones difíciles.
Si con todo, y aunque haya una mejora, los síntomas
perduran se puede estar ante un niño con riesgo de padecer TDAH: «Quizá a
los 2, 3 ó 4 años no cumpla todavía todos los criterios necesarios para
el diagnostico (porque no ha pasado tiempo suficiente para constatar la
cronicidad del problema, porque haya que descartar que pueda deberse a
otros motivos o porque quizá no manifieste todavía desadaptación
significativa) pero muestra un perfil de TDAH que habremos moderado en
intensidad con un tratamiento de este tipo», afirma la doctora Orjales.
Difícil diagnóstico
Aunque parezca sencillo, diagnosticar un TDAH es
complejo, ya que a la observancia de los síntomas mencionados los
expertos deben sumarle un conocimiento muy profundo del niño, su
historia, su comportamiento actual y sus antecedentes familiares. Esto
último puede ayudar mucho si en la familia ya se hubieran detectado más
casos de TDAH, ya que en el 76% de los casos el origen tiene una fuerte
base genética.
Con todo, es importante acudir cuanto antes a un
especialista ya que en el tratamiento está la base de poder llevar una
vida mejor, ya que los afectados por este trastorno sufren otros
síntomas denominados emocionales. Así, la baja tolerancia a la
frustración y al esfuerzo suele ser algo que aparece de forma secundaria
en ellos.
«Por lo general empiezan siendo niños trabajadores,
entusiastas y voluntariosos, pero la realidad es que se juntan dos
factores para que aparezcan estos síntomas. Por un lado, estos niños
viven más experiencias frustrantes que los demás (sus trabajos son de
peor calidad, cometen errores que no esperan y se les regaña por muchas
pequeñas cosas a lo largo del día). Por otra, la inmadurez que
caracteriza al TDAH afecta también a su capacidad para reflexionar sobre
su comportamiento y sobre lo que han realizado, por eso suelen ser
demasiado optimistas y soñadores, lo que hace que se decepcionen en
mayor medida cuando las cosas no suceden como esperan», matiza Orjales.
Ayudar al niño a conocerse a sí mismo, incluyendo el TDAH
como parte de sí pero no como una definición de sí mismo, aprender a
organizar el entorno y utilizar estrategias para compensar los déficits y
reconocer y desarrollar las potencialidades son parte de los programas
de intervención a los que ahora hay acceso. Ahora, porque la mayoría de
los TDAH posteriores a la década de los 80 no fueron detectados,
diagnosticados ni tratados específicamente, con lo que muchos
dependieron de la suerte de tener una familia y profesionales que les
supieran entender y se ajustasen a sus características aún a pesar de no
saber nada del trastorno.
Como señala la experta, los niños con TDAH tienen más
posibilidades de desarrollar todos los problemas propios de la falta de
madurez, de autocontrol, etc. De este modo, pueden ser habituales los
problemas de comportamiento externalizados (conducta desafiante,
delictiva, agresiva) o internalizados (por ejemplo, depresión o
ansiedad), la incapacidad de desarrollar todo su potencial, el abandono
de los estudios, un incremento del riesgo de sufrir accidentes de
tráfico, de meterse en problemas con la justicia, de iniciarse y
desarrollar adicciones, etcétera.
Tratamiento
Tras un estudio multidisciplinar completo y a fondo se
estipula el tratamiento para cada caso concreto. Resulta útil una
exploración que permita valorar en qué medida se manifiestan los
síntomas en su comportamiento, rendimiento académico, en los resultados
de pruebas cognitivas de inteligencia, atención, planificación y memoria
y que, además, recoja información de su situación emocional actual.
También conviene hacer una exploración médica, neurológica y/o
psiquiátrica que permita un buen diagnostico diferencial descartando la
presencia de otras patologías y detectando trastornos comórbidos
(asociados a la enfermedad).
Más allá de los tratamientos, también son muy
gratificantes las actividades extraescolares, sobre todo en verano,
cuando el niño podría dejar de observar una rutina. «El tiempo sin
estructurar o los cambios de planes a diario son realmente
perjudiciales». explica el doctor César Soutullo, coordinador del
proyecto Pandah y director de la Unidad de Psiquiatría Infantil y
Adolescente de la Clínica Universidad de Navarra.
Actividades
extraescolares
Así, los campamentos deportivos con actividades
organizadas y preferiblemente no académicas pueden motivarle y hacerle
ver que aunque no haya ido bien el colegio, en deporte, actividades
artísticas, musicales puede ser de los mejores del grupo. «A la hora de
elegir un campamento todo niño con TDAH tiene una destreza diferente:
hay niños que juegan muy bien al fútbol, les encanta escalar, los
malabares, el riesgo o son verdaderos payasos. El verano es un buen
momento para que desarrolle esa habilidad que quizá durante el curso no
haya podido practicar. Existen campamentos específicos para niños con
TDAH que en momentos puntuales, por edad, gravedad o síntomas asociados
pueden ser muy útiles», añade Trinidad Bonet, psicóloga y miembro del
comité científico del Plan de Acción en TDAH (Pandah).
Apoyo y refuerzo estratégico a nivel individual, terapias
cognitivas-conductuales y abordaje psicopedagógico son algunas de las
líneas en las que se basan las actividades llevadas a cabo por
asociaciones de afectados, como AVATDAH, en Valladolid.
Beatriz Benito Martín, psicopedagoga de esta asociación,
explica cómo en periodos de vacaciones realizan talleres un poco más
especiales que sirven para fomentar el trabajo en grupo y mejorar su
ámbito de relaciones, por ejemplo, con convivencias que les ayudan a
sociabilizar.
Si hablamos en general, los niños con TDAH suelen ser más
inmaduros en su evolución social, encajan mejor con niños algo más
pequeños por gusto, porque son menos maduros para respetar las reglas o
porque su juego de imaginación a veces les llena en actividades en
solitario. En otras ocasiones, pueden desear llamar la atención de sus
compañeros de forma inadecuada y hay que conducir ese deseo de
protagonismo de otro modo antes de que se produzca rechazo. A veces
pueden surgir problemas debido a la impulsividad y la hipereactividad
cuando se junta con baja autoestima y poca tolerancia a la frustacion.
Una ayuda para los
padres
Cuando los padres reciben la noticia de que su hijo está
afectado por el TDAH deben entender que comienza una carrera de fondo en
la que tendrán que comprender bien el trastorno y aceptar que es
crónico –no se solucionará en un año, por lo que exigirá una
planificación de energía, y recursos a largo plazo–, además de conocer
en qué medida afecta a su hijo.
Por ello, se recomienda que busquen apoyo psicoeducativo
para el niño y más formación en su labor como padres, un ‘médico de
cabecera’ que les forme y dirija el tratamiento de su hijo, apoyo de
otros padres de niños con TDAH y formación en la optimización de los
recursos y en la organización familiar. Además, deben ser muy
conscientes de que tienen que controlar su estrés, su equilibrio y su
ajuste emocional. Con el paso del tiempo controlarán así hasta los
juegos indicados para sus hijos. Y es que también hay muchos mitos en
torno a esta cuestión.
En realidad, hay muchos niños con TDAH aficionados a la
lectura y ningún juego de mesa es una tortura para ellos si es
divertido, está ajustado a sus posibilidades y tiene una duración
razonable. Respecto a las actividades deportivas o de acción, hay que
saber que el niño con TDAH no es un niño nervioso que se relaja con una
actividad física intensa. «Es un niño que se activa con mucha facilidad y
que tiene muchos problemas para bajar el nivel de revoluciones una vez
que se ha activado. Si se le lleva a un parque acuático o a un partido
de futbol emocionante se sobreactivará y, lejos de relajarse, puede
estar más descontrolado, hiperactivo, impulsivo, irritable y agotado»,
matiza Orjales.
A menudo, y a la par que los padres reciben la noticia de
que su hijo tiene TDAH, surge la pregunta: ¿Alguno de nosotros lo
tendrá también?
En este caso, y si así fuera, sería aconsejable
plantearse en qué medida mejoraría su calidad de vida y de las personas
que les rodean si ellos reciben apoyo psicológico, tratamiento para
optimizar su funcionamiento personal, laboral o social y apoyo
farmacológico.
Estudios
farmacogéneticos
Conocer qué factores genéticos se van a asociar con mayor
intensidad a la respuesta de los medicamentos, el perfil de efectos
secundarios que puede tener cada persona con TDAH o la predisposición a
padecer otros trastornos comórbidos (como las adicciones) son los
objetivos del estudio farmacogenético coordinado por el doctor Josep
Antoni Ramos Quiroga, coordinador del Programa Integral del Déficit de
Atención al Adulto (PIDAA) del Servicio de Psiquiatría del Hospital
Universitari Vall d’Hebron.
«Sería muy bueno que tras analizar los datos, que
esperamos presentar a mediados de octubre, supiéramos de antemano qué
medicamento le va a ir al paciente –si le funcionará mejor un
estimulante como el metilfenidato o un no estimulante como la
atomoxetina– y saber cómo lo metaboliza. Por ejemplo, a las mismas
dosis, una persona que metabolice muy lentamente el medicamento puede
sufrir más efectos secundarios», explica Ramos Quiroga.
Con estas respuestas, se obtendrían no solamente
tratamientos mucho más personalizados y exactos, también tratamientos
psicológicos e incluso sociales mucho más adaptados a las necesidades de
la persona afectada. Algo muy importante, sobre todo, si tenemos en
cuenta que el apoyo farmacológico estudiado muy a medida de cada caso y
aplicado con mucho sentido común puede reducir el impacto de la
sintomatología, mejorar la adaptación y ayudar a que asimile mejor el
entrenamiento en estrategias