Le digo que es todo muy interesante, pero que quizá convendría ir resumiendo, porque es para una revista, no para un libro. Y el resumen es que a partir de ahí todo es una sucesión de éxitos: empezó a colaborar con Julia Otero, que hacía entonces el programa estrella de la radio de tarde (Las tardes de Julia), y triunfó. Luego saltó a Madrid para hacer El Club de la Comedia para Canal + y triunfó. Le encargaron sacar adelante La noche de Fuentes y triunfó. Puso en marcha cinco obras de teatro y triunfó... Y en ese momento, cuando se encontraba en pleno triunfo personal, ganando más dinero del que había soñado nunca y siendo más famoso de lo que había sido capaz de imaginar en el cuarto oscuro, sobre la bicicleta vieja, se dio cuenta de que no era feliz y regresó a la radio. Por aquella época, Gomaespuma abandonaba el programa mítico que hacía en M-80, y la SER ofreció a Motos cubrir el hueco; allí se fue y triunfó con No somos nadie. En la radio formó el núcleo duro de guionistas y colaboradores que luego se llevaría a Cuatro a El hormiguero y con los que trabaja actualmente: Juan y Damián, que interpretan a Trancas y Barrancas; Juan Herrera, un hombre maduro, de talento extraño, que reúne los saberes más raros y marginales que quepa imaginar; Marron, el tipo desgarbado de El efecto mariposa; Raquel, con la que interpreta la sección Se va a liar parda. A ellos se incorporarían también los magos Luis Piedrahíta y Jandro, o Flipy, el científico loco, además de El hombre de negro, del que sólo sabemos que va de negro. También está Laura, claro, su mujer, que lo acompaña desde los tiempos de Valencia, actuando en ocasiones como productora y a veces como compañera de micrófono, pero también como guionista y coordinadora de guionistas. De Laura dice que le ha salvado la vida porque él es muy dado a los excesos y ella tiende a ponerle límites.
-Laura -añade- es mejor persona que yo, más tranquila que yo, más sensata, y me ha salvado la vida varias veces. Mira, la primera vez que hice dinero de verdad fue gracias a las campañas de publicidad de un tío que fabricaba chicles adelgazantes. Pasé de ganar 80.000 pesetas a ganar 2 millones. Pero el tío me estafó y desapareció dejándome en la ruina. Pasé de vivir como un rey a deber 30 millones a la emisora de radio. Como me había robado el futuro, decidí buscarlo y matarlo. La filosofía de este tío era cómprate un ático para mirar a la gente desde arriba, y un buen reloj, que es el signo del éxito. Yo sabía que vivía en Barcelona, en un ático del paseo de Gracia, y había pensado arrojarlo a la calle desde allí. Pero Laura me salvó de hacer aquel disparate. Recuerdo que me quedaban en el banco 200.000 pesetas y que me gasté 170.000 en un Cartier. Ahora, cada vez que miro el reloj, me acuerdo de lo fácil que es arruinarse en unas horas, me acuerdo también de dónde vengo cada vez que miro la hora; así que cuando me va bien, me regalo un reloj.
-¿Y qué pasó con los 30 millones?
-Correspondían a publicidad contratada; la emisora me perdonó 10, y el resto lo fui pagando poco a poco.
Pablo Motos es un hombre menudo y atlético. Su brazo, al tacto, parece un trenzado de cables de acero. Sin embargo, hubo una época de su vida en la que sólo era menudo. Quizá una de las cosas que imaginaba mientras pedaleaba hacia atrás en la bicicleta del cuarto oscuro era convertirse en atleta. De ser así, también ese sueño se ha cumplido, pues al poco de que comenzara a hacer El hormiguero, Men's Health, una conocida revista dedicada al cuidado masculino, le propuso someterse a un programa de alimentación y ejercicio físico con el que le aseguraron que su cuerpo cambiaría radicalmente en cuatro meses. Motos aceptó el reto y a los cuatro meses fue portada de la revista: tan espectacular había sido la transformación. Durante ese tiempo modificó sus hábitos. Dejó de comer hidratos por la noche y comenzó a tomar proteínas.
-Empecé también a beber agua -añade-, dos litros al día, y de repente mi vida entera desapareció y apareció una nueva, con sus cosas malas, que también las tiene, porque cuando te metes en esto nadie te dice, por ejemplo, que vas a estar con agujetas no un día ni dos, sino semanas enteras. ¿Recuerdas cuando en la adolescencia te dolía el cuerpo y tu madre te decía que era el "estirón"? Pues es más o menos así. El cuerpo cambia con dolor. El entrenador me decía que disfrutara del sufrimiento porque el sufrimiento era bueno. En los primeros días multiplicas tu fuerza por dos, lo que resulta muy estimulante. La ropa te cae bien, te cae bien todo lo que te pones, y la cabeza te funciona mejor. Yo conseguí, por ejemplo, no gritar en el plató. Cuando un presentador grita en el plató, todo el mundo lo odia. Primera norma: no hay que gritar jamás en el plató. Otro de los peligros de esto es que te atrapa tanto, que te conviertes en un friki del ejercicio físico y de la alimentación, o sea, que de esto no se sale normal.
Para demostrarme que de esto no se sale normal, Motos me lleva al despacho que tiene en una habitación de su casa, abre un armario empotrado y me muestra una colección completa de parafarmacia donde hay proteínas en bote, y cajas y cajas de omega?10, resveratrol, ginseng, melatonina... El resveratrol, me dice, es el antioxidante más fuerte de los conocidos. Veo también complejos vitamínicos y cápsulas para la memoria muy populares, por lo visto, entre la gente del teatro. Mientras yo leo, fascinado, la tapa de los envases, Motos me explica los mecanismos del envejecimiento y el papel que cumplen en él las sirtuinas, unas enzimas muy de moda que regulan los procesos metabólicos. Antes de cerrar las puertas que guardan aquel tesoro, me regala una caja de Ginkgo Biloba y otra de Berocca, las dos para la memoria, además de un par de botes de melatonina, la famosa hormona del sueño.
Un día en la compañía de Pablo Motos equivale a una semana en la de una persona normal. Se levanta al límite, desayuna al límite, entrena al límite, vive las reuniones de El hormiguero al límite, se concentra una hora antes de empezar el programa al límite, se angustia antes de salir a escena al límite, y desea hasta la locura que se vaya la luz en toda España para que nadie vea ese día la televisión. Pero la luz no se va, y aparece una noche y otra en directo y hace, al límite, el mejor programa de entretenimiento familiar de la parrilla. Por la noche vuelve a casa al límite y se acuesta al límite y duerme al límite y sueña al límite.
También cuida a su gente al límite.
-Es muy fácil hacer daño a un guionista -dice-, un "no" a una idea es un puñetazo a la autoestima. Hay que saber gestionar el "no", y uno de los modos de hacerlo es exponerse, yo me expongo como ellos. A mí me molesta mucho la gente que dice "no", y resulta que en este equipo me ha tocado a mí hacer ese trabajo. Pero si me dicen que no es posible un proyecto de iluminación, yo lo llevo a cabo, si me dicen que el sonido no se puede mezclar mejor, yo demuestro que sí. En cuanto a las ideas, hay que observarlas desde fuera. Hay una cosa que llamamos "chistes de guionistas", que son aquellas historias con las que ellos se mueren de risa, pero cuya gracia está ligada sólo a ese momento. Si no distingues un chiste de guionista de una buena idea, estás perdido. Con las ideas malas también has de llevar cuidado. A lo mejor una idea que no está bien del todo acaba saliendo a base de darle vueltas.
-¿Qué pasa cuando un guionista atraviesa una racha de sequía?
-Cuando un guionista está en baja forma, se le deja en paz, cero presión. Si le aprietas, no se le ocurre una idea buena en un mes. Todos pasamos por esas etapas. Lo bueno de mi equipo es que cuando hay alguien en esa situación no se nota porque el resto del equipo lo suple. Y aquí no se le grita a nadie, no se discute nada de malas maneras.
-Cuando te dan una buena idea, ¿preguntas de quién es?
-No, no lo pregunto porque no sabemos a quién pertenece. A lo mejor alguien ha tenido una idea mala que ha evolucionado a una idea buena. Para que veas la importancia que le doy al trabajo de equipo, cada día, en los créditos, sale un guionista como número uno del equipo, y van rotando.
-En cuanto a la fama...
-La fama... Si un sábado sales de compras, al volver a casa te has hecho cien fotos con la gente. Si en vez de mirar lo incómodo que es piensas que le has arreglado el día a alguien, cuesta menos. Me gusta ver el rostro de la gente enganchada a El hormiguero y hacerles felices con un autógrafo para sus hijos. También es cierto que al final acabas saliendo menos de casa. La fama sirve para que te hagan la vida más fácil que a los demás. Si vas a un hospital y no hay camas, al cuarto de hora hay camas. Tuve un problema con el ADSL y me lo arreglaron en dos días. Te ven en turista en un avión y te pasan a primera. En una discoteca, en Valencia, me puse a la cola, y los que estaban delante de mí me dijeron que qué era eso de hacer cola y me obligaron a pasar el primero. La tele te da la oportunidad, si eres feo, de convertirte no en una persona guapa, pero sí atractiva. Se te acercan las mujeres más despampanantes con cara de admiración. Pero es todo un espejismo. Tengo, día a día y minuto a minuto, la conciencia de que todo esto es un espejismo. Se trata de una etapa que viviré y luego regresaré a la normalidad.
-¿Qué es la normalidad?
-La normalidad es la radio.
Motos es asmático, así que de vez en cuando saca el Ventolín del bolsillo y se aplica una ración de broncodilatador. También utiliza con frecuencia un inhalador nasal. Acaba dando la impresión de que tiene que ganarse el oxígeno con un esfuerzo suplementario, como si respirara al límite también.
-Un día -me cuenta-, al mes de comenzar el programa de M-80, por puro estrés, supongo, estaba en casa y comencé a respirar mal. Cada vez que respiraba cogía menos aire. Supe que me iba a morir. Entonces entró Laura por casualidad en la habitación y yo le dije con un hilo de voz: "Hospital". Disponía del oxígeno justo para pronunciar esa palabra, si hubiera tenido que pronunciar dos, me habría muerto. Me metió en el ascensor, cogimos un taxi que apareció milagrosamente a la puerta de casa y entré en urgencias, donde me dieron un pinchazo de Urbasón en el pecho. Me pusieron también oxígeno y me dejaron en una sala donde había un señor en una silla de ruedas mirándome. Como no notaba ninguna mejoría, dije: ¡Hostias, qué muerte más absurda! Y entonces, de repente, entró una bocanada de oxígeno y comprendí que el oxígeno era la hostia. No sabes lo que es darte cuenta de lo puta madre que es respirar.
-¿La audiencia es oxígeno?
-Una audiencia baja es como quedarse sin oxígeno. Te quedas sin energías. Como si te hubieran puesto encima un peso de 80 kilos. El éxito da unas energías sin límite, un sentimiento de levitación increíble.
Motos dice que se deprime los fines de semana, pero no hay que creerle porque al poco te cuenta que las mejores ideas se le ocurren los domingos por la mañana.
-¿Cómo es tener una idea?
-Como quedarse embarazado. Al principio no sabes si es buena o no. Pero cuando aparece una idea, yo sólo vivo para ella, sólo hablo de ella, dedico todo mi tiempo a ella. Y al final se convierte en una realidad.
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