Es tan común, desgraciadamente, que un niño con el trastorno de déficit de atención, con o sin hiperactividad, sea culpado de su bajo rendimiento confundiendo su actitud en clase con la de una persona poco trabajadora o desinteresada en las explicaciones del profesor que buena parte de la preocupación de los padres señala a los docentes.
«No tienen ni idea», dice Asunción Pajares, secretaria de la asociación Afhip, de los miembros de los claustros escolares. El profesorado no tiene mucha información de este trastorno y suele remitir a los equipos de orientación a los niños más movidos (hiperactivos), pero los casos en que solo padecen déficit de atención son más difíciles de detectar.
Junto a la federación regional de padres y familiares con niños con TDAH, la asociación de la provincia tiene presentado un protocolo, aún pendiente de su aprobación en el Parlamento andaluz, en el que, entre otras cuestiones, se solicita el incremento de la formación en este tipo de afecciones que requieren de una buena detección en el aula.
«Se trata de que en la carrera de Magisterio aprendan algo, no solo de este trastorno nuestro sino de otros muchos como el autismo o las altas capacidades», aclara Pajares con la desesperación de quienes necesitan urgentemente la preocupación de los docentes ante estos casos.
Al inicio de un nuevo curso se agudiza este llamamiento a que los profesores alcancen el nivel óptimo de un conocimiento que no solo les advertirá de la presencia del trastorno en la clase sino que también evitará tratos inapropiados a los chicos afectados.
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